Siempre habia escuchado de las montañas y de las llamas de Machu Pichu. Sin embargo, es en Mangomarca que aterricé por casualidad. Un barrio aislado en las alturas del distrito mas grande de Lima, en San Juan de Lurigancho.
Vine para la aventura, el descubrimiento de la cultura y del pueblo peruano. Y comprendí muy rápidamente que las cosas mas bellas finalmente eran las más simples, porque vivir en Mangomarca… Es levantarse por la mañana para sembrar, construir, cosechar y desarrollar, Es admirar el paisaje de la Huaca y sus lomas todavía áridas Es pasear en las calles animadas y hacerse sorprender por la música en la esquina de la calle, Es vivir en comunidad, aprender y compartir cada día, gracias a otros y para otros, Es reírse oyendo el carro cantar la lambada cuando retrocede, Es intentar resistir al vendedor de helados que toca el claxon en los callejones, o sentir el olor de las frutas que colorean los mercados, Es comprar veinte panes cada mañana en la panadería, porque a pesar de todo, seguimos siendo francéses, Es meditar, cerrar los ojos un instante para abrirlos mejor luego, Es hablar con los vecinos, sonreír a la gente y acariciar los perros callejeros, Es vivir, simplemente. Gaelle Canonne 20 de septiembre del 2016 J’avais toujours entendu parler des collines et des lamas du Machu Pichu. Pourtant, c’est à Mangomarca que j’ai par hasard atterri. Un quartier isolé dans les hauteurs du plus grand district de Lima, à San Juan de Lurigancho. Je suis venue pour l’aventure, la découverte, de la culture et du peuple péruvien. Et j’ai très vite compris, que les plus belles choses étaient finalement les plus simples, car vivre à Mangomarca… C’est se lever le matin pour planter, construire, récolter et développer, C’est admirer le paysage de la Huaca et ses lomas encore arides, C’est se promener dans les rues animées et se faire surprendre par la musique au coin de la rue, C’est vivre en communauté, apprendre et partager tous les jours, grâce aux autres et pour les autres, C’est rire en entendant le camion chanter la lambada lorsqu’il recule, C’est essayer de résister au vendeur de glaces qui klaxonne dans les ruelles, ou sentir l’odeur des fruits qui colorent les marchés, C’est acheter une vingtaine de petits pains tous les matins dans la boulangerie ouverte, car malgré tout, on reste Français, C’est méditer, fermer les yeux un instant pour mieux les ouvrir ensuite, C’est parler aux voisins, sourire aux passants et caresser les chiens errants, C’est vivre, tout simplement. Gaelle Canonne 20 septembre 2016
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AutorExperiencias, sentimientos y palabras de los voluntarios que nos acompañan en esta labor Archivos
Octubre 2016
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